II Domingo de Pascua – 11 de abril de 2021

¿Por qué crees en la Resurrección?

  1. El encuentro con el Resucitado.

Una de las cuestiones mas importantes en el Nuevo Testamento y que está en el origen mismo de la fe cristiana es la profunda transformación que experimentaron los apóstoles en tres días. De la desilusión y el abandono, pasaron al anuncio valiente de Jesucristo. Este paso se explica solamente a partir de un hecho: la fe en la resurrección de Jesús. Hay dos elementos que hacen posible que la fe en Jesús de Nazaret como Hijo de Dios vivo y Resucitado llegue a su plenitud en aquellos hombres cobardes y asustadizos. El primero de ellos es el anuncio de que el cuerpo del Señor no está en el sepulcro, acontecimiento que queda velado por la incertidumbre del «¿qué ha pasado?». El segundo, que aclarada esta incertidumbre, son los encuentros entre Jesús Resucitado y aquellos que habían compartido el ministerio público con Él.

En esos encuentros el mismo Jesús que fue crucificado y cuyo cuerpo habían depositado en un sepulcro, quien ahora sale al encuentro de sus discípulos para disipar sus miedos y para confirmar que está vivo para siempre. Una idea puede cambiar la mente, pero solo un encuentro puede cambiar el corazón. Las palabras pronunciadas por Jesús, antes y después de la Resurrección, iluminaron la mente de los discípulos para comprender todo lo que se refería al Mesías y a sus padecimientos, pero solo el encuentro con el mismo Cristo cambió el miedo y la tristeza de su corazón y los hizo valientes comunicadores del evangelio a todos los que se acercaban a ellos. Su vida cambió para siempre desde aquellos encuentros.

Es posible que los cristianos de hoy hayamos olvidado la importancia que tiene para nuestra vida el encuentro con Cristo. El evangelio de hoy nos habla de la actitud del apóstol Tomás, había oído hablar de que Jesús había resucitado, le había llegado la noticia, pero no se había encontrado con Él, por eso, no cree lo que sus compañeros le dicen. Es posible que nosotros hayamos oído hablar mucho de Cristo, pero la pregunta que queda en el aire es: ¿nuestra fe se sustenta en lo que hemos oído o hemos tenido un encuentro personal con Cristo? Incluso, es posible que estemos en las cosas del Señor, pero lo que debemos preguntarnos es si estamos con el Señor. La Pascua es este tiempo privilegiado en el que, como un eco, sigue resonando la Resurrección de Jesús, un anuncio que es una llamada a que busquemos, a través de la oración y la participación en la eucaristía, el encuentro personal con Jesús Resucitado que transforme nuestra vida a la manera en que lo hizo con los apóstoles.

  1. El cumplimiento de sus Palabras.

Jesús se aparece a los discípulos. Estamos ante la aparición o el encuentro más importante. San Pablo en la primera carta a los Corintios, menciona esta aparición: «Que se apareció a Pedro y luego a los doce” (1 Cor l5,5).

Jesús había dicho: volveré a estar con vosotros (Jn l4,l8); el evangelista constata: se presentó en medio de ellos (Jn 20,l9). Jesús había prometido: dentro de poco volveréis a verme ( Jn l6,l6 ss,); el evangelista afirma: los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor ( Jn. 20,20). Jesús anunció: os enviaré el Espíritu (Jn l4,26…) y tendréis paz ( Jn l6,33); el evangelista recoge las palabras de Jesús: la paz con vosotros… y recibid el Espíritu Santo ( Jn 20,2l).

Este evangelio presenta algunas peculiaridades dignas de ser tenidas en consideración por su riqueza teológica. “Al anochecer de aquel día, el día primero de la semana…A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomas con ellos”. El primer día (el domingo), día de la Resurrección, día de la Eucaristía. Su valor litúrgico es muy importante. El primer día de la nueva creación: “Separó Dios la luz de la tiniebla. Llamó a la luz “día” y a la tiniebla “noche” (Gn 1) El cumplimiento de su promesa, nos abre los ojos para reconocer que Él es la luz.

San Juan acentuará la identidad entre el Jesús de la historia y el Cristo de la resurrección. Lejos de Juan el pensar que la resurrección de Jesús es la vuelta de un cadáver a la vida. El que se aparece a los discípulos es el mismo Jesús que desde la cruz atrajo a todos hacia él, ya que dio la vida por amor. La insistencia en la vida terrena de Jesús y en la plenitud de su existencia humana se hallan, una vez más, afirmadas contra los enemigos gnósticos.

“Paz a vosotros”, este saludo se llega a repetir tres veces en este texto evangélico. Estas palabras son las primeras que el Viviente dirige a sus discípulos reunidos, Jesús no utiliza el saludo ordinario, el Shalom acostumbrado de los judíos; tampoco se trata de un deseo, que se traduciría erróneamente por “¡La paz esté con vosotros!”; se trata del don efectivo de la paz:” Es la paz, la mía, la que os doy; no os la doy a la manera del mundo” ( Jn l4,27). Quizas en el pensamiento humano se esperaba una corrección y venganza: por sus negaciones, traiciones, abandono… Pero las primera palabras son: “Paz a vosotros”

“…exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: Recibid el Espíritu Santo”. También en el Génesis aparece que para llenar la creación de vida, Dios exhaló su aliento. Jesús resucitado exhala su aliento sobre la comunidad y le da vida.

“Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús… Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos… no lo creo… A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos… Dijo a Tomás: trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado ; y no seas incrédulo, sino creyente” (Evangelio). La pertenencia a la comunidad, nuestra necesidad de estar presencialmente y de volver a cumplir el mandato del Señor: “Haced esto en memoria mía” Podemos decir que Tomás representa la imagen del que pasa de la increencia o de la dificultad de la fe a la verdadera profesión de fe, diciendo “¡Señor y Dios mío!”.

La increencia o no aceptación de la resurrección de Jesús por parte de sus discípulos tiene buenas razones que la justifiquen . Es un acontecimiento que escapa el control humano; rompe el molde de lo estrictamente histórico y se sitúa en el plano de lo suprahistórico; no pueden aducirse pruebas que nos lleven a la evidencia racional.

La primera carta de Juan asegura que la fe en Cristo nos hace hijos de Dios: “Queridos hermanos: Todo es que cree que Jesús es el Cristo ha nacido de Dios; y todo el que ama a Aquel que da el ser, ama también al que ha nacido de él. En esto conocemos que amamos a los hijos de Dios: si amamos a Dios y cumplimos sus mandamientos” (Segunda lectura).

Expresa la relación íntima que hay entre la fe y el amor, hasta el punto de que aparecen como complementarios e inseparables. Sobre todo en el sentido de que quien cree en Jesús ha de amar necesariamente a los hermanos. El amor a los demás es garantía de la fe en Jesús. Igualmente, tampoco pueden separarse el amor a los demás y el amor a Dios. La relación cristiana con Dios está totalmente basada en el amor, y por tanto no debe de resultar nunca pesado hacer la voluntad de Dios y cumplir sus mandamientos.

  1. Características de la Comunidad Pascual

Uno de los elementos más destacados es la comunión entre los creyentes. Tal actitud es realmente profunda, ya que afecta al interior de las personas, unidas hasta el punto de “pensar y sentir lo mismo”. A la vez, tiene consecuencias externas más concretas, que llegan hasta la comunión de bienes.

La vida nueva de Cristo y la fe en él hacen posible una nueva mentalidad y una nueva manera de vivir. Aquellos que de verdad acogen a Cristo resucitado en su vida experimentan un cambio radical, que les empuja a una verdadera comunión fraterna. “En el grupo de los creyentes todos pensaban y sentían lo mismo: lo poseían todo en común y nadie llamaba suyo propio nada de lo que tenía. Los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor con mucho valor”

Lucas ha presentado una imagen de la comunidad cristiana original; se ha servido del Antiguo Testamento: “Así no habrá pobres junto a ti” (Dt l5,4).

La Comunidad de Hechos de los Apóstoles está seducida,” enamorada” del Señor; deseo reproducir sus rasgos sin valorar excesivamente las consecuencias.

La comunidad cristiana facilita que “veamos” al Señor, que experimentemos su presencia, porque como Él ya había dicho: donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos (Mt 18, 20)

Y el Evangelio de hoy finalizaba con estas palabras: Estos [signos] se han escrito para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre. La Palabra de Dios es otro de los pilares de nuestra fe y en ella encontramos las razones para responder por qué creemos en la Resurrección de Cristo.

Pero sobre todo, en el Evangelio Jesús les dijo: Recibid el Espíritu Santo… La respuesta a por qué creemos en la Resurrección de Cristo no la vamos a encontrar sólo con nuestros razonamientos. Es el Espíritu Santo que hemos recibido en nuestro Bautismo y Confirmación, el Espíritu Santo que, como decía la 2ª lectura, es quien da testimonio porque el Espíritu es la verdad, nos hace entender la Palabra de Dios y descubrir la presencia del Resucitado por nosotros mismos, sin necesidad de “ver y tocar”, y nos convertirá en testigos creíbles cuando también afirmemos: Hemos visto al Señor.

¿Me han preguntado o me he preguntado “por qué crees en la Resurrección de Cristo”? ¿He sabido responder? ¿Vivo mi fe de un modo oculto, individualista, o en la comunidad parroquial? ¿Leo y hago oración con la Palabra de Dios? ¿Invoco al Espíritu Santo para descubrir al Resucitado?

La 1ª lectura decía que los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor con mucho valor. Un testimonio de palabra refrendado por sus obras: pensaban y sentían lo mismo, ninguno pasaba necesidad… La fe en Cristo Resucitado se nos tiene que notar, a cada uno y a la comunidad.

El domingo II de Pascua, último día de la Octava de Resurrección, por expreso deseo del Papa San Juan Pablo II es designado como el domingo de la Divina Misericordia.

“Dios de misericordia infinita, que reanimas la fe de tu pueblo con el retorno anual de las fiestas pascuales» (Primera parte de la Oración Colecta). Este Dios, al cual la Iglesia se dirige por medio del Sacerdote, es contemplado como el Dios de la Misericordia infinita. Esta oración es como una invitación a no olvidar un rasgo primordial de Dios: misericordioso.

El estribillo del salmo responsorial (el salmo pascual ll7) dice“al Dad gracias Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia”. Dios merece ser alabado, festejado, ensalzado, porque es eterna su misericordia

Continúa el salmo exhortando, animando: “Diga la casa de Israel: eterna es su misericordia. Diga la casa de Aarón: eterna es su misericordia. Digan los fieles del Señor: eterna es su misericordia”

El creyente oye una voz, que le viene de los cuatro puntos cardinales: DIOS ES MISERICORDIOSO.